jueves, mayo 29, 2008

"La historia del amor", de Nicole Krauss

La historia del amor,
de Nicole Krauss
Círculo de Lectores y Ediciones Salamandra, 2006
315 páginas.

Esta novela permite afirmar que en la literatura de ficción no todo está inventado, aún es posible mostrarse original y sorprender al lector con historias complejas, bien construidas y bien escritas. Un libro que desde las primeras páginas emana la frescura de las reflexiones dominadas por una lógica inocente, sin contaminar, desde sentimientos puros, que creen en la belleza de la vida, a pesar de haber soportado calamidades terribles.
El anciano Leopold Gursky y la adolescente Alma Singer son los personajes claves del argumento. Se encontrarán, tras alambicados avatares, en la última página, al acudir a una cita a ciegas a las puertas del zoo de New York, y dar lugar a una escena estremecedora, llena de simbolismo y ternura.
La historia del amor nos habla de la fatalidad y los desencuentros. Algo que se pone en evidencia en las primeras páginas en las que con un lenguaje desprovisto de resentimiento, Leo Gursky nos cuenta cómo, en un pequeño pueblo polaco, se enamoró de la mujer a la que iba a consagrar su vida y cómo la perdió durante la huida provocada por el holocausto judío, para volver a encontrarla en Nueva York, con un hijo suyo pero casada con otro hombre.
También nos habla de la eterna decepción que es la vida, de la amistad y la traición, del exilio y la nostalgia, el azar y el amor, del oportunismo, de la soledad, de que la felicidad comporta dolor, y la alegría tristeza, permanentes contrapesos que impiden que los sentimientos se den de forma absoluta. (Por ejemplo, Leo Gursky se entera por la prensa de la muerte de su hijo, el escritor Isaac Moritz, precisamente durante uno de los pocos momentos felices de su ancianidad).
La lectura encandila a pesar de una trama demasiado enrevesada que exige mucha atención e incluso tomar notas para no perderse. No ayuda la abundancia de palabras en yidis salpicadas en el texto. El lector hubiera agradecido la inclusión de un glosario explicativo al final. La estructura descansa en dos hilos narrativos independientes, el movido por Leo Gursky, por un lado, y la investigación que por su cuenta emprende Alma Singer, por otro. Estas historias convergerán al final en un desenlace emotivo. El argumento se complica porque inserta trozos de la novela que en su juventud escribió Leo Gursky, titulada La historia del amor (que a su vez proporciona el título de este libro) y otras anécdotas que atañen a otros personajes. Un texto con mucha acción y mucho pensamiento. Intuyo que en la personalidad de la autora, Nicole Krauss, conviven en armonía la mente de una filósofa y la sensibilidad de una poeta que otorga prioridad a la selección de las palabras. Fantástica la reflexión sobre la aparición en el hombre de los primeros momentos de alegría y de tristeza, del deseo y el arrepentimiento, o de la terquedad y la soledad.
Hay algunas defectos en esta complicada trama, deducciones forzadas para cuadrarla, excesivas casualidades, escenas poco consistentes y algún personaje innecesario, pero son reproches menores. Estamos ante una novela preciosa y el eje principal es la vida de Leopold Gursky, un escritor genial que nunca tuvo suerte. Le arrebataron la autoría de dos novelas, asesinaron a toda su familia en Polonia y no pudo casarse con la mujer que amó. Se limitó a ver crecer a su hijo de lejos y escribir para él. Gursky es un perdedor que sigue amando la vida.
El estilo, incluso la ambición poética, cobra también una gran importancia. Tanto Leo como Alma Singer hablan en primera persona. Sus personajes coinciden por estar marcados por el dolor de la pérdida (el padre de Alma murió siendo niña). Comparten también el sentimiento de la soledad (Leo se inventa un amigo, Bruno, y Alma tiene muy pocos). Sus formas de expresarse contienen bastantes similitudes (lirismo, lógica inocente, lucidez, encanto), aunque en el caso de Leo la autora introduce con frecuencia la frase corta e incompleta “Y sin embargo”, después de alguna aseveración, una técnica narrativa de diferenciación y una forma de dotarlo de humildad. Alma es más decidida y metomentodo, joven y con mayor energía.
En definitiva, una novela inteligente, conmovedora, llena de sensibilidad, difícil de seguir la trama, no así los sentimientos que consigue comunicar al lector alcanzándole el corazón. Sin duda, es lo que provoca respeto hacia una escritora tan joven, a la que habrá que vigilar en futuras publicaciones. Podría tratarse de un mirlo blanco de la literatura actual, quién sabe.
María García-Lliberós.

martes, mayo 20, 2008

Abril rojo, de Santiago Roncagliolo

Abril rojo,
De Santiago Roncagliolo
Premio Alfaguara, 2006.
Ed. Alfaguara y Círculo de Lectores.
296 páginas.

Esta novela, ubicada en la región peruana de Ayacucho, durante el 9 de marzo al 21 de abril de 2000, ilustra sobre “el escenario después de la batalla”. Veinte años antes fue lugar de operaciones de Sendero Luminoso. Entre los terroristas y las fuerzas del orden lo sembraron de centenares de muertos. Oficialmente, la guerra había terminado, pero sus secuelas perduraban, los desaparecidos seguían viviendo en la memoria de los vivos, en los sentimientos y en la conducta de las personas, alterada por la visión de la maldad y el horror. También trata del ejercicio del poder, de la manipulación de la opinión pública y el comportamiento de las instituciones.
La historia que nos cuenta impacta por su brutalidad y nos obliga a pensar sobre nuestra ubicación en torno a la línea divisoria establecida entre los buenos y los malos. Pero, ¿quiénes son los buenos?
Roncagliolo estructura la trama en torno a la aparición de cinco cadáveres (el de un militar, un campesino, un terrorista, un cura y una mujer), sucesivamente, con señales de tortura, ensañamiento y descuartizamiento. A cada uno le falta una de las extremidades, como si el criminal estuviera componiendo una nueva criatura con los pedazos de los muertos. De esclarecer tan extraño caso se encargará el fiscal Félix Chacaltana Saldívar, de personalidad compleja, perturbada, con una infancia traumática, con episodios velados de su biografía. Sus procedimientos, de escrupuloso respeto a las formalidades legales, chocarán con las intenciones de las autoridades militares, policiales, religiosas y judiciales, confabuladas para ocultar cualquier indicio de posible rebrote terrorista.
El autor nos muestra una sociedad apática, resignada a su destino, desconfiada, poco propicia al progreso, habituada a los caciques y las elecciones fraudulentas (fantásticas las páginas en las que Chacaltana es enviado como fiscal electoral al quinto pino). Una sociedad mestiza en la que la mansedumbre aparente mostrada por los indios (quechuahablantes) no puede interpretarse como aceptación de la dominación de los herederos de la colonización española.
El gran acierto de la novela se encuentra en el diseño de los personajes. El del fiscal Chacaltana Saldívar resulta impagable, un hombre sin amigos, abandonado por su mujer, un fracasado que mantiene una relación con su madre muerta, capaz de albergar sentimientos dulces y de ejercer la brutalidad con una persona más débil, un fiscal molesto y conmovedor “que piensa a través de un manual de derecho”. Las figuras del capitán Pacheco, el juez Briceño, el comandante Carrión y Edith, están perfilados con habilidad.
Asimismo, las voces narrativas distribuidas entre una omnisciente, en tercera persona, la del propio Chacaltana a través de los informes administrativos de lenguaje rimbombante, opaco, llenas de sentido del humor y crítica social desde la perspectiva del lector, y la reproducción de unos anónimos, con faltas de ortografía, propios de una mente psicópata o de un iluminado que provoca por igual dosis de desconcierto y curiosidad.
La estructura de la novela toma el esquema del triller en cuanto que sigue el curso de la investigación criminal, mostrando las técnicas de interrogatorios, escenas sangrientas y crímenes monstruosos, aderezados con simbolismo religioso y localizados en una zona poblada por fantasmas. Lo que hace fascinante el relato es el contenido de psicología individual y social, la reflexión sobre la respuesta a la violencia, la venganza como pago a la injusticia y el maltrato por parte de las autoridades, el resentimiento por las raíces perdidas (los mitos incas contra la religión católica, importada por los españoles), y el problema, terrible, de los niños reclutados por Sendero convertidos, al acabar la guerra, en delincuentes indocumentados. El argumento resulta denso e interesante.
La prosa, con el ritmo y encanto dulzón de Latinoamérica, genera alta tensión que mantiene hasta el final. Consigue retratar el horror. El desenlace es realista, lamentable y creíble, en cualquier sociedad por triste que esto sea, casi el único posible.
Una novela que me ha enganchado desde la primera página. Además de entretenida es inteligente, como también lo es el Discurso de recepción del premio Alfaguara, titulado “Perdedores y Psicópatas”, incluido al final y muy clarificador.


María García-Lliberós.


lunes, mayo 05, 2008

"El mundo", de Juan José Millás

Ed. Planeta, 2007. Premio Planeta 2007.


Esta novela me ha gustado mucho, me ha devuelto al Millás novelista de su primera época en la que no estaba contaminado por la técnica y febril actividad como columnista (por otra parte, el mejor en el panorama periodístico español). Me ha reconciliado con los premios Planeta.
En las entrevistas que ha concedido habla de “El mundo” como de una autobiografía. Es más que eso, un autoanálisis -“la literatura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas” y él necesitaba abrir el pasado, comprenderlo y cerrarlo- y una novela en la que el niño y el adolescente Juanjo y, en ocasiones el adulto, queda convertido en personaje de ficción. Intenta entenderse con piedad, despojada de lástima, llena de curiosidad.
Juan José Millás bucea en su vida para explicarse su tristeza, su visión del mundo y su escritura. Nos da claves del origen de algunas de sus novelas y pensamientos sobre la literatura y sus efectos terapéuticos.
Una novela con cuatro partes, muy bien escrita, que siguen un recorrido cronológico para revivir, en cada una, un hito de los que ha marcado su vida y carácter: EL FRÍO, LA CALLE, TÚ NO ERES INTERESANTE PARA MÍ y LA ACADEMIA, que mezcla con hechos acaecidos de mayor que debieron cocerse antes. Ese itinerario de ida y vuelta entre infancia y adultez define una estructura narrativa eficaz, para una crónica del proceso de aprendizaje en la vida y en la calle, en ocasiones conmovedora. Las dos primeras partes son magistrales y muestra un universo literario personalísimo, rico y obsesivo.
La literatura de Millás, y este libro constituye el mejor ejemplo, se caracteriza por la mezcla entre realidad e irrealidad, entre cordura y locura, entre lo lógico y lo absurdo, de donde brota, precisamente, la genialidad, la lucidez, el sentido del humor, negro y desesperanzado que caracterizan su estilo (porque posee un estilo propio). El barrio de Prosperidad (el nombre parece una broma pesada, aunque existe), la calle Canillas, era el límite de la realidad para ese niño de 6 años, futuro escritor lleno de imaginación: “más allá se extendía una sucesión de vertederos y descampados amenazadores, una especie de nada sucia que flotaba hasta donde alcanzaba la vista”, recuerda.
El autor pretendea mostrarse tal cual (consigue que el lector crea que es así) y se desnuda para que le queramos y compensemos su falta de afecto infantil, nos muestra su carga de culpa para liberarse de ella (¿qué sentido tiene, si no, la peripecia con las urnas de las cenizas de sus padres?). Se siente víctima de las formalidades de un mundo extraño y misterioso. Fue un niño raro, sin duda, y un adulto complejo, capaz de fumarse un canuto y ponerse soñador mientras su madre está en coma, y de enfermar al cabo de un año al resistirse a admitir su muerte.
El personaje del Vitaminas, un chaval de su edad con una enfermedad mortal, cobra una fuerza y un atractivo enorme. Un tipo genial, con la bicicleta que no puede montar y la libreta para apuntar los movimientos de los vecinos, con el estilo ecléctico de un espía de INTERPOL, y el padre llevando una vida aparente y otra real (asunto crucial en la literatura del autor, el de la doble vida). Al Vitaminas le debemos mucho los lectores de Millás.
El descubrimiento del otro barrio, el de los muertos, y la visita que luego hace con Vitaminas, son de los pasajes más brillantes de la novela. Aficionado a los narcóticos y al sueño, a pasar la frontera entre el sueño y la vida. Tiene experiencias alucinógenas con fiebre. “Las mejores cosas que he escrito son febriles”. La fiebre deforma la realidad o te permite apreciarla con mayor lucidez (daña y cura, como el bisturí eléctrico, como la escritura).
“Hay otro lado”, tras el espejo, tras la línea que delimita la realidad. A Millás le tienta la contemplación alucinatoria de lo que le rodea (con o sin drogas). La visión del ”ojo de Dios” que le ofrece el Vitaminas es otro pasaje impagable.
La narración de la fiesta del editor en el ático, su euforia, angustia, la cocina-útero y planes de fuga, la huida a través de la terraza del vecino, la conversación con el taxista maloliente sobre su hijo loco, su regreso de nuevo a la fiesta, a través de la casa del vecino con un muerto con bigote de cuerpo presente que podría ser un cadáver de mujer disfrazado, para salir a la calle por el lugar correcto, después de sufrir una lipotimia, resulta delirante, de ritmo endiablado, y evidencia que el autor estaba como una cabra (en el sentido más tierno de la palabra), una cabra cuerda e inteligente que descubre, en medio de tal frenesí enfermizo, que “el problema es que no nos colocábamos en el lugar adecuado para observar la realidad. Por eso veíamos muertes donde sólo había desplazamientos de la vida”. Un pensamiento lleno de consuelo.
El psicoanálisis, la lectura y la escritura, instrumentos fundamentales para novelarse a sí mismo, son los sustitutos del sótano del Vitaminas. Desde ellos también consigue visiones hiperreales del mundo.
Imaginar historias era el camino de huidadel barrio y la familia. Así se formó el escritor porque al año de morir el Vitaminas lo sustituye como agente de la INTERPOL infiltrado en un mundo al que no pertenecía. ¡Me encantaría leer los informes sobre los vecinos que elaboró en esa época!
La paternidad, la lectura como vía de escape, el anhelo de perder la memoria, el abuso sexual a menores, los malos tratos a los niños, los castigos que “constituían verdaderas clases de iniciación al sexo” y que provocaban sentimiento de culpa en la víctima más que en el verdugo (ocurre con muchas mujeres maltratadas), su deseo de morir, son temas que luego llevará a las novelas.
Para evitar la siniestra Academia del padre Braulio finge tener vocación de sacerdote y consigue entrar en el seminario (con la complicidad de su madre). Escribe esta experiencia y recuerda su deseo de morir. Es aquí cuando transmite mejor al lector la angustia por estar atrapado en un mundo ajeno.
“Escribir bien es escribir al dictado de esa parte de ti que permanece dentro del delirio cuando la otra sale de él para comunicarse con los demás o ganarse la vida”.
La novela termina en la entrada al seminario y es lamentable, porque te quedas con las ganas de saber qué pasó después.
Millás ha escrito El mundo para sacarse espinas y tratar de comprenderse. Su madre, Vitaminas, Mª José y Mateo (el del ultramarinos), son sus referencias personales (de sus hermanos casi no habla, ni de su padre), el barrio la Academia del padre Braulio, la pérdida del amigo Vitaminas, el desdén de las mujeres, son las heridas que ha querido abrir y cerrar con la escritura. Se entiende la tristeza del autor y sus obsesiones literarias, alucinógenas, irreales que, al mismo tiempo, iluminan la realidad. Hay filosofía de la vida y análisis de la sociedad franquista. Tienes la impresión de estar ante los resultados de las visitas al diván del psicoanálisis. Parece que escribiendo El mundo ha terminado el tratamiento, ha sido capaz de desprenderse de las cenizas de sus padres y de comenzar a vivir sin ese peso muerto junto a él. Tal vez por eso se pregunte en la última frase si será su último libro. Desde luego, parece que pone punto final a una etapa.
Una novela valiente, sincera, anhelante, que provoca en el lector una inmensa ternura hacia el personaje Juanjo Millás. Puede que lo pretendiera.

María García-Lliberós