jueves, enero 10, 2008

A sangre fría, de Truman Capote

De Truman Capote
Ed. Círculo de lectores, 1972 (Ed. Noguer) y Ed. Anagrama.


Leí por primera vez esta novela en 1973 y me pareció deslumbrante. Le precedía un enorme prestigio pues había sido publicada en inglés en 1965 y supuso una revolución literaria, al haber aplicado métodos de la crónica periodística a la literatura creativa. Empezó cuando Truman Capote, en 1959, reparó en una noticia en un periódico sobre el asesinato de una familia completa en un pueblo de Kansas y viajó hasta allí para escribir un artículo, que fue alargándose, conforme se involucraba con la personalidad de los asesinos, hasta convertirse en un libro cuya elaboración le costó seis años. La película inspirada en la novela se rodó casi a continuación, en 1967, dirigida por Richard Brooks, con enorme éxito también y un guión ajustado al texto, aunque a Capote no le gustara. La he releído y la he vuelto a disfrutar, a pesar de que mis exigencias son mayores y mi capacidad crítica está mejor formada. No me ha defraudado.
A sangre fría, un clásico de la literatura norteamericana, soporta bien el paso del tiempo. Ceñido al relato de unos hechos espeluznantes, los transciende y penetra en cuestiones relativas a la conducta humana. Habla del bien y el mal, de las responsabilidades individuales y colectivas, de los trastornos de la personalidad, de la forma de impartir justicia, de los diferentes valores que se da a la vida, de la sociedad en la que vivimos, formamos parte y sancionamos con nuestro comportamiento.
Estructurada en cuatro partes, con una ordenación lógica aplastante aparentemente cronológica, salpicada de hechos, conversaciones y recuerdos del pasado, es muy dinámica y trata de demostrar que somos consecuencia de las circunstancias familiares y nuestro pasado.
1. Los últimos que les vieron con vida. Capote presenta el escenario de los hechos. Holcomb, un pueblo occidental del estado de Kansas, una comunidad de vecinos tranquila y muy americana, en la que todos se conocen, y una familia impecable, los Clutter, dueña de la granja River Valley. El padre y los dos hijos son trabajadores y organizados, queridos por todos. Con el relato de sus actividades de un día normal, que se diferencia del resto porque no saben que sería el último de sus vidas, consigue hacer más incomprensible el horror del que van a ser víctimas. La madre es una enferma que no hace mal a nadie.
Ya en esta parte, Capote, nos pone en contacto con los auténticos protagonistas de esta novela, los criminales Perry y Dick, porque lo que pretende no es sólo relatar un cuádruplo asesinato sin motivo aparente, sino penetrar en el interior de sus mentes y comprender su conducta. Es lo que engrandece la novela y la aparta por completo de las de género policíaco o de misterio.
Perry, de compleja personalidad, atrajo más a Capote. Con torso de camionero y piernas atrofiadas, musculoso, mestizo, inteligente, engreído, dotado para la música, capaz de componer un poema o de llorar porque el ocaso es hermoso y de dejarse llevar por una ira irracional. Sensible ante un villancico, propenso al suicidio.
Dick es presumido, meticuloso, inteligente, buen mecánico y envidioso. De niño odió tanto a un vecino que había vuelto de la playa con una caja de conchas, que se las robó y las machacó una a una con un martillo. Con estas pinceladas, el lector asimila enseguida las afinidades entre ellos. Dick se interesó por Perry al escucharle que, por gusto, había matado a un hombre de color golpeándolo con una cadena de bicicleta. Descubre al asesino nato que lleva dentro, cuerdo pero sin conciencia, capaz de matar con la máxima sangre fría, y se propone explotar ese don bajo su supervisión.
La personalidad de Perry es el elemento más inquietante de la novela. En otra ocasión relata cómo “en Japón, en un puente había un tipo. Era la primera vez que lo veía. Lo cogió y lo eché al río sin más”. Odia a su hermana porque fue a la escuela, y odia a su padre porque no le dejó ir y quería que trabajara a su lado. Odia a su familia, ¡porque no le han dado cultura!
2. Personas desconocidas. Holcomb se conmueve ante los hechos, surge el miedo y la desconfianza entre vecinos, todos son sospechosos.
Capote nos presenta al equipo de policías que empieza a trabajar en la investigación. El relato se hace descriptivo y didáctico, pero nunca abandona a la pareja asesina. Ésta inicia un periplo descabellado y Capote, para continuar indagando en la psicología de ellos, reproduce conversaciones, la insistencia de Perry en que “debemos tener algo anormal”, y se apoya en hechos como que disfruten atropellando perros en la carretera.
Adquiere importancia la relación de Perry con su padre. La carta enviada por éste a la cárcel no tiene desperdicio. Una historia familiar, con madre alcohólica, abandono de hijos, colegio de monjas que le pegaban por mojar la cama, miedo a la homosexualidad, y ruptura con el padre, que le marcará la vida. Capote se identificó mucho con Perry (también sufrió una madre alcohólica, burlas de sus compañeros por el físico y abandono familiar), y en cierta forma, introduce la reflexión de la responsabilidad social en este tipo de comportamiento.
3. Respuesta. Aparece otro recluso que, a cambio de dinero, pondrá a la policía sobre la pista correcta. Sin él, el crimen hubiera quedado impune.
Fantásticas las páginas en la que nos cuenta que hacían auto stop con intención de estrangular a un conductor solitario y robarle el coche, a la llamada de “Eh, Perry, pásame una cerilla”. La frialdad con que lo cuentan, la naturalidad con que lo planean, la ausencia absoluta de remordimiento, el valor nulo que dan a la vida humana, son datos que van cayendo como losas. Acaba esta parte con su detención, después de haber recorrido en mes y medio quince mil kilómetros.
4. El rincón. Interesantes los estudios de personalidad del psiquiatra que no fueron admitidos por el tribunal y que Capote introduce en la novela. En cierta forma el autor se decide a dictar su propia sentencia, tendente a atenuar la malicia por enfermedad mental y proceder al internamiento en un manicomio. Dick se reconoce ante el psiquiatra pederasta y violador y le anima un rencor cósmico: su enemigo puede ser cualquiera que fuera como a él le hubiera gustado ser o tuviera lo que a él le hubiera gustado tener. Perry tiene síntomas indiscutibles de esquizofrenia paranoica (separación de pensamiento y sentimiento, capaz de cortarle el cuello a Clutter y ponerle un colchón para que espere con mayor comodidad, una compasión absurda hacia la víctima). Capote nos dice que los Clutter pagaron por su infancia desgraciada . “Yo no quería hacerle daño a ese hombre. Me pareció un señor muy bueno. Lo pensé exactamente así hasta el momento en que le abrí el cuello”.
Muestra su debilidad por Perry, al que definió como mitad hombre y mitad niño, una víctima desvalida y se unió a los que pensaron que el juicio, o el sistema judicial, no fueron justos.
El relato de la ejecución, los comentarios del público invitado, es espeluznante y, aunque Capote hace aparecer a un policía como el relator, todo indica que fue testigo presencial de las mismas y lo vio con sus propios ojos. Le marcaron para el resto de su vida. Detalles impresionantes: “los diminutos pies de Smith oscilantes”, los diferentes sentimientos que le generan uno u otro. Introduce el cuestionamiento del método y la “moralidad” del castigo. Hay una profunda reflexión sobre la pena de muerte, su crueldad y su inutilidad. Las últimas palabras de los reos, increpando al público que mata con la misma sangre fría que ellos, mostrando a dos asesinos ante la muerte casi como héroes, capaces de tomarse a broma su destino, incluyen su alegato contra la sociedad.

A sangre fría es el ejemplo por excelencia de la novela reportaje: escrita por un narrador omnisciente, refleja la realidad de los hechos en detalle. Y contiene un trabajo de elaboración de personajes extraordinario.
Capote despoja el crimen de la truculencia del horror para ocuparse del misterio del mal. Dick y Perry son dos asesinos sin escrúpulos que consigue hacerlos próximos, al mostrar su trágica humanidad. Ambos generan también compasión.
Truman Capote transforma una crónica de sucesos en una novela de 360 páginas, con ritmo, muy visual, con enorme profundidad psicológica y en una reflexión sobre la condición humana.
Descubrir la magnitud de la maldad que puede anidar en el individuo debió perturbar tanto a Truman Capote que ya no levantó cabeza, a pesar del enorme éxito, de ventas y de crítica, obtenido. Fue como una maldición que se echó sobre él.
María García-Lliberós