martes, noviembre 20, 2007

Arthur & George, de Julian Barnes (Anagrama, 2007)

El argumento está inspirado en un hecho real: George Edalji, abogado londinense, hijo de un pastor luterano de raza india, fue juzgado y encarcelado por unas extrañas mutilaciones de caballos en los alrededores de su casa. Solicitó ayuda al famoso escritor Arthur Conan Doyle, que logrará demostrar su inocencia después de haber pasado tres años en prisión. Algo parecido a Émile Zola con el caso Dreyfuss.
Julian Barnes transforma esta historia en una novela policíaca, de costumbres, haciendo especial hincapié en los perfiles psicológicos de sus personajes, con una maestría envidiable, sin dejar de lado su tono de crítica social y política.
Destaca la estructura y la forma de presentar los personajes.
- en la primera parte, las cien primeras páginas, el lector asiste a una confrontación literaria entre Arthur y Georges, mediante capítulos brevísimos, titulados con cada uno de sus nombres, en los que J. Barnes dibuja en detalle la personalidad de cada uno, su ambiente familiar y educación, sus vinculaciones sociales y efectúa un análisis psicológico y sociológico.
Se trata de dos personas profundamente distintas, cuyos caminos sólo podrían cruzarse con un acto de voluntad. Arthur es un inglés de pura cepa, alegre y curioso, con suerte en la vida y capacidad de liderazgo, querido por las mujeres, amante de los placeres, de los deportes (jugador de críket) y que escribirá novelas de enorme éxito que le aportaron dinero y popularidad. Un triunfador feliz y defensor de causas perdidas. George es un inglés de origen indio, vinculado a la iglesia anglicana, que vive en una vicaría (junto a un cementerio y unas minas), pegado a una realidad estrecha, receloso del mundo, pacífico hasta la irritación y amante de las formalidades. Una persona solitaria que no cae bien, propicia a convertirse en objeto de enemigos. Estudiará derecho, confiará en el sistema de justicia inglés, hasta el punto de negar la existencia en su caso de un prejuicio racial, y escribirá un libro sobre “El viajero en el tren”, lo más alejado posible de la fantasía. Es miope, tímido y nada brillante.
- La segunda parte, de otras cien páginas, está dedicada a la detención y juicio de George. Desmitifica a la policía inglesa, las instituciones judiciales y muestra la complicidad entre ellas cuando se trata de juzgar a un angloindio. Hace partícipe al lector de la tensión que provoca la injusticia y genera un sentimiento de solidaridad hacia el protagonista que asiste a la tergiversación en su contra de cualquier testimonio.
- La tercera parte es una biografía novelada de Arthur C. Doyle durante la época, interesantísima, en que se encuentra atrapado entre una esposa enferma de tuberculosis a la que ha amado y Jean, una joven saludable de la que se enamora. El conflicto moral que surge por desear la muerte de su compañera, la rigidez de las conductas de los enamorados supeditadas a las estrictas convenciones sociales, la vitalidad de Arthur, la relación con sus hijos, la forma de introducir a Jean en la familia sin ofender a la esposa, la fama y la esclavitud hacia el famoso Sherlock Colmes, aporta datos para recrear el entorno familiar y la puritana atmósfera social de la época. Está muy bien escrito y, por sí sola, funciona como un relato (hay algo de novela contenedora de novelas).
- La cuarta parte se ocupa del encuentro entre Arthur y George, la investigación y resolución del caso, simultáneamente con el segundo matrimonio de Arthur. El caso Edalji servirá a Arthur de paliativo y de estímulo.
Barnes atribuye a su creador la inteligencia y la astucia deductiva y detectivesca de Sherlok Holmes y lo aprovecha literariamente en la reconstrucción de sus andanzas en el caso Edalji. El primer encuentro en el Grand Hotel es determinante. Arthur cree en la inocencia de Edalji porque es miope, no necesita más para embarcarse con pasión en un asunto difícil, y le ofrece sus servicios. Planifica la investigación con cuidado. Fantástica la cena en casa del capitán Anson y la conversación posterior. Un hombre implacable, racista y cínico, que considera que Inglaterra no es el país de los Edalji y justifica la animadversión que genera que un parsi sea su vicario, grandilocuente, seguro en sus falsedades y en el aborrecimiento que generan los mestizos con ojos saltones y provocador, capaz de especular con el lado oscuro de Edalji (su frustración sexual) y convertirlo en criminal.
La furia de Arthur se concretará en dos artículos periodísticos publicados en el Daily Telegraph buscando la reacción del público. Consiguió que fuera formidable (“Sherlok Holmes investiga”) y Barnes muestra el enorme poder de la prensa. Aquí la novela toma la forma de una crónica, irónica y amarga, de los acontecimientos hasta desembocar en el informe ante el Parlamento, con ese lenguaje administrativo que dice sin decir, que reconoce sin admitir, que indulta sin indemnizar, que pasa por las negligencias de la policía y los jueces sin dejar huella ni abrir heridas. Una componenda propia de la época, muy representativa de las sociedades democráticas y civilizadas que podría repetirse hoy en día. Una rehabilitación de George insatisfactoria para ambos.
- En la quinta parte, titulada finales, asistimos al reacomodo de George en sociedad, la vuelta a una vida triste y demasiado discreta en Londres y a la muerte de Arthur, en olor de multitudes. Julian Barnes se extiende, demasiado, en el hecho de que Arthur se hubiese convertido en espiritista a no ser que pretendiera mostrar la contradicción con una mente que otorgó, a través de Sherlok Holmes, al racionalismo y su método deductivista la categoría superior de pensamiento. ¿Quién iba a suponer que Conan Doyle creía en los espíritus? Esta última parte me sobra y creo que la novela ganaría si el punto final se coloca en la rehabilitación (parcial) de George.

Julian Barnes ha escrito una buena novela, tiene una historia que contar de la que ha recopilado y ordenado mucha documentación y la transmite con solvencia. Diseña unos personajes con hondura psicológica y social (destacan George, Arthur, el capitán Aston y Jean, la segunda mujer de Doyle, una mujer avanzada a su época y, sin embargo, con fe ciega en un marido contrario al voto femenino, el mayordomo Wood que parodia el papel del otro personaje Watson). La prosa se adapta a los ritmos que exigen los factores psicológicos y biográficos, la trama criminal, la investigación detectivesca, la crónica de los tribunales, la descripción del sistema jurídico inglés de la época, las presiones sociales, la sucesión de los acontecimientos. Se adentra en consideraciones sobre el amor, la familia, la moral, la religión, la autoridad y el poder. El lector siente desasosiego, comprende lo que ha pasado y los móviles de cada uno de los personajes, incluidos los secundarios. Hay crítica social y política y un punto de vista moral saludable.
Personalmente, me atrapó la historia y la leí sin aliento (hay tensión narrativa) hasta la parte final. Ésta, como he dicho, me aburrió. Lástima porque el libro podría haber sido perfecto.

María García-LLiberós.

sábado, junio 23, 2007

"El azar de Laura Ulloa", de Susana Fortes

El azar de Laura Ulloa
De Susana Fortes
Ed. Planeta, 2005

La novela trata de una familia de la nobleza gallega, los Ulloa, condes de Gondomar, dueña de las tierras del municipio de Vilavedra desde siglos, que mantiene actitudes feudales de dominio sobre la población.
El relato se efectúa en tercera persona, aunque discurre en gran medida a través de la memoria de Juana, una anciana de 84 años que entró a servir de joven como nodriza y conoce los misterios de la familia.
Se trata de una historia negra que aqueja a los Ulloa y que tiene su origen en el viejo Conde de Gondomar, un hombre atractivo, irascible, que perdió la cabeza por su cuñada, una joven marquesita virgen de nombre Luzdivina do Perpetuo Socorro, de dieciséis años, de espléndida voz y piel inmaculada que acabará trágicamente como novicia en el convento de las Clarisas. La historia, parecida, se repetirá años más tarde, en la generación de los hijos –Jacobo y Rafael- obligados por el testamento del padre a vivir separados, en Galicia y en Cuba, un hecho en apariencia caprichoso que nace de un cierto sentido de contrición.
Un argumento que gira en torno al pecado y sentimiento de culpa, la fuerza del destino (más que el azar como señala el título), la pasión culpable, los amores prohibidos, la demencia, en el seno de una familia endogámica, tanto por su posición social y económica como por sus inclinaciones físicas, y la muerte con preferencia trágica y su proyección fatal sobre los vivos. El miedo y el remordimiento convocan fantasmas.
La novela se enriquece con las descripciones del valle de Vilavedra en Galicia, verde, brumoso (exceso de uso de este adjetivo), misterioso, incluso maloliente cuando padece mal de ojo, propicio a las murmuraciones, la aparición de fantasmas y meigas, las supersticiones (el huevo de la lechuza encontrado entre los de las gallinas, el propio doctor Ulloa, un niño que nació marcado por la señal de Caín), los embrujos y presagios de calamidades, las leyendas (de “luz agrumada por el calor”, pg. 47), lúgubre e indigente (las descripciones de las pg. 86-87, magníficas). La autora, nacida en Galicia, se explaya en la sucesión de las estaciones y relato de las cosechas (pg. 22), adquiriendo la novela un tono costumbrista que también se refleja en las reuniones del Café Moderno, con sus tertulias y mesas de julepe, y que podría recordar el estilo de la novela galdosiana del XIX. Y con los ingenios de Cuba y esa cultura mestiza que mezcla religión con magia traída de Jamaica por los esclavos negros. La educación de Laura Ulloa integra con naturalidad elementos de ambas culturas.
En esta novela Susana Fortes pone en evidencia, una vez más, su culto por el estilo. La prosa es impecable, el buen uso de las palabras, la selección de adjetivos, la definición de metáforas. Destila belleza y armonía, y constituye su baza más fuerte. Una prosa que resulta excesiva para un argumento que peca de cierta pobreza (incestos y adulterios en el seno de una familia), con un final que deja en el lector la impresión de que la autora no lo tiene claro. La novela, a pesar de que anticipa más de lo que sucede lo que provoca un punto de decepción, se lee con gusto.

jueves, mayo 24, 2007

Juego de niños, de Carmen Posadas

Juego de niños, de Carmen Posadas.
Círculo de Lectores 2006 (Ed. Planeta, 2005)
374 páginas.


Nos encontramos ante una novela de estructura compleja, pocos personajes de gran densidad, una dosis importante de pensamiento y bastante acción. Toma elementos de la novela negra sin acabar de serlo, abunda en comentarios de análisis sociológicos y psicológicos sagaces, y el lenguaje se encuentra salpicado de un delicioso sentido del humor que la aproxima mucho a la comedia.
La estructura se basa en tres pilares:
- una historia acaecida hace 40 años real, sobre el asesinato de un niño por otro/a, aunque la muerte pasó por un triste accidente, si bien el recuerdo y las consecuencias de ese suceso es distinto para cada uno de los tres testigos supervivientes;
- una historia novelada, inspirada en aquel suceso, narrada por una de los testigos, Luisa, convertida en novelista de éxito, que pretende explicar la maldad de los niños;
- y una tercera historia real actual, sobre otro posible asesinato ocurrido entre niños, los hijos de aquellos testigos, que parece una imitación de aquel acontecimiento. Sin embargo, esta historia queda abierta, el final no es rotundo, y permite que el lector la acomode a sus gustos.
Se trata, como se ve, de dar más de dos vueltas de tuerca a unos hechos para examinarlos, así como las consecuencias posteriores. La alternancia entre las dos historias reales y la ficticia relacionada con ellas enriquece el texto porque aporta más puntos de vista.
Hay otras cuestiones interesantes en el libro:
1. una reflexión sobre la literatura (la escritura y la lectura) y los escritores que, ya sean cojos o ciegos (una clasificación ingeniosa) pudiendo ser igual de observadores que el resto de los mortales, se diferencian en que captan otros detalles; sobre los personajes en relación con su autor (el alter ego como compendio de lo que les gustaría ser y no son); sobre la necesidad de ser rutinarios y saber aprender y desaprender para escribir una novela; sobre la superioridad de narrar en 1ª o 3ª persona y su relación con el punto de vista; sobre los editores (genial la crónica de la Feria de Frankfurt y las opiniones del editor propietario de los mocasines Guido).
2. incluye con humor una lección, y muy buena, sobre el oficio de escribir novelas de misterio. Nos habla de como describir los hechos criminales, del momento oportuno de introducir los sospechosos, de hacerlo de forma sistemática y veloz, de la anagnórisis (recurso literario por el que se produce el repentino reconocimiento de una persona por otra), la importancia de los detalles mínimos e incidentes en apariencia inconexos. Nos explica que la parte primordial de toda novela de misterio se encuentra cuando se elige al asesino, así como las razones para matar reducidas a eliminar un obstáculo (rivalidad, celos, venganza, deseo de suplantación). Advierte de que los personajes secundarios no deben hacer sombra a los principales. El estudio de las coartadas, el plan metódico de visitas a los sospechosos, acompañada por el ayudante, para luego analizar los detalles. Además, aplica esta lección, tanto en las andanzas de Carmen O’Inns, esa investigadora sexi y heterodoxa, como en las de la propia narradora, convertida a su pesar en investigadora no tan sagaz.
3. También nos habla de la relación entre madres e hijas. Interesante el papel de encubridoras que todas las madres adoptan ante las maldades de los hijos. Precisamente, el final de la historia es un buen ejemplo pues Luisa, la novelista narradora, en un ejercicio que confunde al lector sobre lo que es real y lo que es proyecto de novela, nos deja sin que sepamos con certeza si Elba mató a Miki o si todo ha sido una mala pasada de su fantasía literaria obsesiva con las coincidencias entre pasado y presente. Otra manera de defender a Elba y engañarse a sí misma.
Expone la importancia de decir la verdad a los niños. Elba no perdona a su madre la única mentira sobre su padre desconocido. Le ha dicho que era adoptada. Hay un pensamiento interesante sobre los hijos adoptados respecto a sus padres: no les importa lo que no les gusta porque, en algún sitio, lejano, su “verdadero padre o madre” existe y se convierte en su ideal.
4. Hay también, una auténtica filosofía de la vida mostrada a lo largo del libro a través de los pensamientos de Luisa, o de Carmen O’Inns, su criatura literaria. Un ejemplo son las siguientes frases llenas de inteligencia:
“Cumplidos los cincuenta el amor es una subasta a la baja” (pg. 30). El personaje de Enrique Santos, “el actual hombre de su vida” de Luisa es un hombre casi rico, casi joven, casi importante, casi guapo. Los diálogos post coitales entre ellos están llenos de gracia, y los pensamientos de Luisa hacia él, llenos de condescendencia y lucidez.
“Los escritores no nos dedicamos a fusilar a los individuos sino más bien a descuartizarlos” (pg. 52).
“La extemporalidad no la entiende nadie porque introduce en las relaciones un factor imperdonable: el desencanto. Como sorprender a Papá Noel violando una ancianita”. La pluscuamperfecta no puede dejar de serlo ni n minuto.
“No hay nada tan atractivo como la convicción de ser atractivo” (pg. 76)
“Todos los trucos del amor son aplicables a las relaciones profesionales”
“¿Qué es el éxito sino la más grande y al mismo tiempo la más sutil de todas las venganzas” (Reflexión de Luisa al compararse con Sofía).
“Quien más quien menos, todos contamos con un impresentable, con un perfecto imbécil en nuestro currículum sentimental, es casi preceptivo: el amor tiene tan mal gusto a veces, ni te imaginas” (pg. 139)
“Si no se estudia a las personas, no se puede entender el mundo” (pg. 142)
“La gente se reconoce siempre en sus virtudes pero jamás en sus defectos, de modo que es perfectamente posible retratar a alguien con total y despiadada crudeza en un libro y no darse por aludido” (pg. 216)
“Polígamos somos todos, lo único que hay que procrar desde el principio es espaciar los encuentros íntimos para no tener que saltar de una cama a otra, primero con uno y después de media hora con otro. En eso sí que somos diferentes las mujeres: la infidelidad debe tener al menos una cierta cadencia”.
“La infidelidad es beneficiosa para ti y más aun para los que te rodean. Porque la infidelidad tiene como peaje la indisoluble culpa, y ésta posee la virtud de volver a los infieles mucho más generosos con los demás, más comprensivos y tanto más tolerantes” (pg. 219)
“Ninguna vida supera la prueba de la intrusión, del espionaje. La intimidad de las personas está llena de rarezas, de chaladuras, de pequeñas infamias” (pg. 252)
“No hay nada más fácil que juntar datos verídicos de aquí y de allá y crear no una verdad sino una gran mentira” (pg. 257)
“Una duda por terrible que parezca es siempre preferible a una verdad con la que luego hay que convivir de por vida. Sólo los tontos prefieren las certezas a ciertas dudas” (pg. 337)
5. Los personajes se encuentran bien definidos. Sobre todo me han gustado la protagonista-narradora Luisa, Elba, la hija, inteligente y maliciosa, y Enrique Santos, el hombre normal lleno de sentido común con el que se puede contar. La tía Lila se introduce como instrumento para contar una versión "objetiva" del pasado de Sofía. Es otro punto de vista, al igual que Avril y sus correos electrónicos cumplen una función de informar al lector.
La protagonista, Luisa (alter ego de Carmen Posadas, probablemente) y Carmen O’Inns (alter ego de Luisa), se perfila como el nuevo prototipo de heroina - mujer moderna: no se casa con nadie, no renuncia a la maternidad, es independiente económicamente, posee una mentalidad abierta, laica, tolerante, tiene una concepción del sexo separada del amor, posee una mirada escéptica sobre el mundo, es realista e irónica. y también provocativa.
Creo que es la mejor novela de Carmen Posadas hasta ahora y supone un salto muy cualitativo en lo que hace a la complejidad y estructura de la novela. La he leído con mucho interés, la he disfrutado y sólo le reprocho que el final, al quedar tan abierto, hace posible reducir el objetivo a un mero divertimento literario.

sábado, mayo 12, 2007

El médico de Ifni, de Javier Reverte

El médico de Ifni.
De Javier Reverte.
Círculo de Lectores, 2006 (Ed. Areté)
254 páginas.

El eje vertebrador de esta novela es Gerardo, un médico militar español, enamorado del Sahara, personaje apasionado que abraza la causa saharaui como ideal político y que será héroe y delator, amará a un hijo y admitirá no conocer a otra hija. Un hombre contradictorio, seductor y solitario, poeta. La personalidad de Gerardo la iremos conociendo a través del testimonio de terceras personas y, finalmente, de su diario.
Sin embargo, el curso de la narración sigue las peripecias de Clara desde el momento en que conoce la muerte de su padre, ocurrida en diciembre de 2003, en Tindouf en los campamentos de refugiados saharauis en tierras del desierto argelino. La curiosidad por la vida de su padre, de quien sólo tiene una foto, y enterarse de que tiene un hermano allí, son los móviles del viaje.
El tercer personaje sobre el que descansa el argumento es Alberto Balaguer, un hombre siniestro, un villano con capacidad para manejar a las personas a su antojo, ubicado siempre con el poder ya sea franquista, conservador o socialista, manipulador, urdidor de tramas de espionaje, machista y, sin embargo, culto e inteligente. Con una filosofía propia que coloca sus intereses personales por encima de cualquier ideal.
En la estructura de la novela se aprecian varias partes:
- el primer viaje a África, hasta Ifni: Clara conoce a Suelma, y un versión de la historia de su padre a través de ella. Es una parte bastante sólida en la que destaca la descripción de los paisajes -se nota que J. Reverte ha hecho el viaje y tomado personalmente notas (pg. 51-53)- y la del pueblo saharahui, que se siente diferente al marroquí. Descienden de los nómadas, los “hijos de las nubes” que creen que su patria es el agua. Las conversaciones entre Suelma y Clara resultan interesantes como vehículo de conocimiento de la gente del sur, e incluso poéticas. La relación amorosa entre ellas dos está bien llevada (a diferencia de la que mantiene en España con su socia Beatriz). Supone la introducción de un elemento erótico en el texto muy eficaz, en consonancia con las fantasías que evocan aquellas tierras sensuales y que, en cierta forma, reivindican una cierta dignidad de la mujer árabe en cuanto mujer libre dentro del recinto de lo doméstico, tolerante con las diversas formas del amor (“el lesbianismo han decidido que no existe”). La bella y sabia Suelma consigue dulcificar a Clara, una heroína antipática para el lector por su carácter egoísta y vengativo.
- Un segundo bloque lo comporta su regreso a Madrid. Sirve para mostrarnos la trayectoria profesional y personal de Clara, su faceta dominante con su pareja, Beatriz, orgullosa e implacable con su madre (bien la idea que da del Aaiún social cuando todavía era español) y su tío Juan, demasiado aficionada al ron, que juega con los afectos de los demás desde una posición de superioridad, que tiene ideas y sentimientos raros.
- El tercer bloque lo compone el segundo viaje, en este caso a la hamada, al sudoeste de Argelia, donde se encuentra con Omar, su hermano. La parte más interesante es todo lo relativo al conflicto saharaui y a su actual forma de vida. A pesar del alto el fuego desde 1991, se sienten en guerra. Aspiran a un pacto de convivencia que les permita vivir en sus tierras junto al mar. Las peripecias políticas desde la famosa marcha verde, la posición de los diferentes gobiernos de España en este tema, el apoyo socialista a las posiciones de independencia en un principio y el descafeinado apoyo actual, limitado al campo de la cooperación solidaria, obligados a mantener relaciones intensas con Marruecos. La pervivencia de organizaciones españolas de espionaje procedente del franquismo y la guerra fría que sirven a cualquier causa y a cualquier gobierno a cambio de impunidad y dinero. Todo esto, lo que constituye auténtica historia y que sirve de escenario literario para una trama rocambolesca, es lo que para mí tiene más atractivo de la novela, porque nos pone al día de un problema del que tenemos mala conciencia pero del que procuramos desentendernos y es, por eso, poco conocido.
El diario del padre, encontrado por Omar bajo una alfombra y leído por Clara, surge como otra voz narradora que sirve para darnos el punto de vista de Gerardo sobre su vida y para redimirse ante sí mismo al confesar la ignominia que como traidor y delator pesa sobre su espíritu, para que Clara desmitifique a su padre y, al mismo tiempo, deje de odiarlo, para que pase, casi, a inspirarle piedad y, después, a provocarle una sed de venganza demasiado repentina para ser creíble, concretada en la persona de Alberto Balaguer. Como héroe de novela, su traición es perdonada por el lector ya que queda justificada por el amor a Fatma y a su hijo, y por ideales políticos generosos. En lugar de un traidor lo percibimos como víctima.
- Completa la estructura narrativa el primer capítulo y el último que parecen darse la mano para configurar un relato circular pues el libro comienza con un crimen y termina con la explicación del mismo y otro crimen, la muerte de Clara de un balazo despechado.

Una novela atractiva pues une aventura épica, historia, un conflicto político vivo (el del frente Polisario), espionaje, viajes a lugares exóticos, amor, erotismo y crimen. Ello con una prosa sencilla y muy mejorable (en la página 71 hay un tiempo verbal incorrecto, y abusa de algunos calificativos que no permiten la repetición, como “recio” que aplica a la lluvia, al sabor del vino, al pelo, a la virilidad, al tabaco, a la forma de la nariz, etc.), y los diálogos, algunos, acartonados (como los que tiene lugar entre Clara y su madre o entre ella y Beatriz o su tío Juan). Los personajes de Gerardo y Balaguer, tan opuestos entre sí, están bien diseñados, así como Suelma, Omar, Salek (muy atinado). Sin embargo, el de Clara me parece que no consigue el autor que nos la creamos.
Hay alguna debilidades del argumento que restan verosimilitud a la trama:
- la decisión de Gerardo, explicitada en la carta a Laura, su esposa, y en el diario, de no conocer a su hija en el resto de su vida y desentenderse por completo de ella, no resulta normal ni casa con su personalidad, ni está explicada.
- Clara se entera de la muerte de su padre, un desconocido para el que se ha obligado a sentir indiferencia, y decide ir al Sahara tras los pasos del mismo. Esta decisión adquiere coherencia una vez sabe que tiene un hermano vivo, no antes.
- Que Gerardo, quien jamás se ha ocupado por su hija, dé instrucciones para que ésta conozca su muerte, carece de toda lógica.
- El conato de aventura con el senegalés en el Retiro no tiene ni pies ni cabeza. ¿Como un hombre con “rostro de vino tinto” le hace sentir de súbito el olor de la carne y el perfume de Suelma? (pg. 98-99).
- El relato sobre la galería de arte resulta irreal: decir “en pocos meses el dinero caía del cielo” es no tener ni idea sobre este tipo de negocio.
- Que el tío Juan le entregue a Clara la pistola, el revólver y las balas, así, sin más, a una sobrina que casi no conoce, para que ella mate a Balaguer, es otro desatino.
- La furia contra todo el mundo que embarga a Clara al final, el empecinamiento por matar a Balaguer, del que no tiene la seguridad de haber inducido la muerte de su padre (quien pudo haber muerto de manera natural), no está justificado, ni el amor filial repentino que reclama venganza.
- Beber dos copas de ron antes de ir a la casa de Campo a cometer un crimen (248) con una pistola es, otra incongruencia.
En definitiva, a los dos últimos capítulos les falta sentido común. Hay un exceso de tragedia y los crímenes parecen forzados, como si al autor le hubieran obligado a meter sangre para hacer más comercial el producto. No era necesario porque el asunto principal tiene suficiente interés en sí mismo.

domingo, febrero 25, 2007

Llámame Judas, de Guillermo Galván

"Llámame Judas"
de Guillermo Galván.
Premio Alfonso VIII de Novela.
Ed. Edaf, 2006,

De Guillermo Galván (Valencia, 1950) había leído dos novelas: Aislinn (2002), una novela histórica y de aventuras y De las cenizas (2004), con una trama complicada en torno a un grupo farmacéutico, en la que no falta acción ni amor. Ambas reflejan el estilo de la literatura de Galván, al que no es ajeno Llámame Judas.
En un primer momento sentí, respecto a Llámame Judas, cierta prevención derivada del título. Me dejé llevar por un prejuicio que me hizo suponer que el autor había sucumbido a la moda surgida tras el Código Da Vinci, que ha supuesto la proliferación de libros sobre Templarios, sábanas santas y misterios escondidos entre catedrales. Una vez leída mis reparos han desaparecido. Llámame Judas tiene atractivos literarios para funcionar al margen de las modas. La trama transcurre en nuestros días, y se encuentra próxima a la novela negra.
Los ingredientes de este género son: un argumento alrededor de un misterio por descubrir que suele incluir algún cadáver, un protagonista narrador que asume la investigación y posee una filosofía propia, un toque de romanticismo irónico, amargura y sentido del humor derivado de una sabiduría cáustica sobre la realidad.
En Llámame Judas, Ángel, un periodista prejubilado y con tiempo disponible, se propone sustituir el periodismo por la literatura. Acudirá a la Biblioteca Nacional a documentarse para escribir una novela, lugar donde picará el anzuelo echado por otra persona, anónima, escondida tras el nombre de Dama de Pcas, inteligente, astuta y que no descubrirá su identidad, para conseguir que se transmute en detective y dedique sus esfuerzos a seguir la pista de otra investigación. Llámame Judas toma la forma de una crónica de los sucesos acaecidos desde entonces.
La historia se remonta a 1949 con el cuerpo de un dominico flotando en las aguas del río Arno en Florencia. Un asesinato silenciado por la prensa. Más tarde, en 1964, aparecerá el cadáver de un anticuario en las aguas de un embalse en España. Todavía ocurrirá un tercer asesinato, el de un restaurador arqueológico, propiciado por las indagaciones de Ángel. Resolver estos enigmas es el juego propuesto por Dama de Picas. La existencia de un documento escrito en arameo, descubierto en 1946, cuyo contenido demostraría que Judas fue un cómplice de Cristo que provocó su propia detención y calvario, sirve el conflicto de intereses que mantendrá en tensión creciente al lector.
Nos encontramos pues ante una novela que añade a las características propias de las de misterio, una invitación a las conjeturas, que cuestiona las "verdades" sobre las que se sostienen ideologías y religiones decisivas en el curso de la Historia, que han encendido pasiones y motivado crímenes. La novela se lee con enorme interés porque Galván escribe bien, sabe dosificar los ritmos y perfila con cariño sus personajes (a destacar el de Araceli Zúñiga, traductora y erudita, y el comisario franquista López Pachón). Además de pasar un buen rato, caerán en el placer de la reflexión libre que, con probabilidad, le conducirá a un análisis de los tiempos que nos toca vivir.
María García-Lliberós
Reseña publicada en POSDATA, suplemento cultural de LEVANTE, el 23.02.07

martes, febrero 06, 2007

"El abrecartas", de Vicente Molina Foix

447 páginas.

"El abrecartas" no es una novela corriente. Sorprende por su estructura compleja, por su técnica narrativa, apoyada en el carteo entre sus personajes, por la ausencia de diálogos y ser, al mismo tiempo, una narración en que los actores no hacen otra cosa que hablar entre ellos, por la presencia de múltiples voces conseguida a través de un trabajo exquisito sobre el lenguaje y por las historias que nos cuenta, varias, pues también es una novela de novelas, enlazadas de forma sutil. Una narración ambiciosa en su planteamiento y resuelta con brillantez. Aporta, además, un punto de vista nuevo, diverso y esclarecedor de la historia de España, entre 1920 y 1999, desde el impacto que los grandes hechos políticos tuvieron en la vida cotidiana de muchas personas.
La relación triangular, de amor, desamor y amistad entre tres personajes ficticios -Alfonso Enríquez, preso en el penal de Ocaña y luego en el Valle de los Caídos, ex profesor universitario, su mujer, la bella actriz Manuela Riera y la locutora radiofónica Setefilla- adquiere el carácter de eje vertebrador del relato. La historia que les atañe tiene suficiente entidad para sustentar por sí sola una novela entera, sin embargo, la gracia está, precisamente, en la diversidad de episodios colaterales que crecen a partir de este tronco principal.
Puede analizarse la novela distinguiendo dos mitades. La primera alcanzaría a las cartas fechadas entre 1920 y 1964 y es la parte donde se encuentra la mayor densidad y tensión de la trama y la que aporta información más relevante que afecta a aspectos poco conocidos de personajes célebres. La segunda abarcaría desde 1964 a 1999, e incluye un desenlace, personificado en el final de Ramiro Fonseca, en el que el esperpento, la ironía y la tristeza se funden al dirigir nuestra mirada crítica al pasado franquista.
Vicente Molina Foix, en un juego literario atrevido e innovador, inventa sus criaturas y las pone en contacto con personajes sacados de la vida real. Así, convierte en protagonistas a Federico García Lorca, Miguel Hernández y Vicente Aleixandre, entre otros. Este último, a quien tuvo la suerte de conocer, mantuvo una relación amorosa con el joven Andrés Acero -el autor ha mantenido también el nombre auténtico del amante-, truncada por el exilio tras la guerra civil. La carta imaginada, entre Acero y el poeta Carlos Bousoño, encontrándose ambos en México, que da cuenta de estos amores prohibidos es, tal vez, uno de las confesiones de amor más bella escrita en lengua española, aparte del aliciente morboso que aporta al texto esta información.
La novela está poblada por una treintena de personajes. Destacaría la figura de Trinidad López, alias Ramiro Fonseca, soplón de la policía franquista cuyo trabajo consistía en infiltrarse en los círculos intelectuales para espiar y denunciar. Sus escritos toman la forma de informes dirigidos a sus superiores. El lenguaje burocrático del fascismo, las ínfulas literarias de Fonseca y su ansia de protagonismo, se reflejan en unas páginas deliciosas en las que hasta las palabras y frases tachadas por sus superiores o las acotaciones de éstos en los márgenes cobran sentido. Escribe con rencor y se muestra patético. Espió a Eugenio d'Ors, su entorno (Tápies, Oriol Bohigas) y "sus reuniones artísticas de presumible sustrato separatista", a Enrique Múgica Herzog y los comienzos del SEU en la Universidad española, a Fernando Sánchez Dragó, explayándose en la vida disipada de éste, y hasta a Ortega y Gasset, a quien tilda de librepensador, extranjerizante, tenido por santón entre intelectuales y comunistas. Acumuló objetos pertenecientes a sus víctimas (la lista de los mismos no tiene desperdicio y da cuenta de una mente trastornada), por vicio y como inversión de cara al futuro. Un personaje logrado por completo, impagable, que consigue la piedad del lector gracias a la chispa de humor con que el autor envuelve todas sus andanzas.
En la segunda mitad, a través de las figuras de Moncho (valenciano, becado en la universidad de Basilea), Miguel Soler, Begoña y Paqui (también vigilados por el incansable Fonseca), el autor nos muestra la España de los viajes a Francia para ver cine y comprar libros prohibidos, el impacto de la muerte de Julián Grimau, los viajes a Londres para abortar, la promiscuidad entre los jóvenes universitarios (todavía el sida no había hecho sus estragos) e, incluso, la emigración de trabajadores españoles a Suiza y Alemania y las terribles condiciones de vida que soportaban, a diferencia de los que se protegían en las universidades para estudiar. Otro personaje excelente es Angelico (y sus cartas a su esposa auténticas joyas literarias) diseñado como un símbolo de la injusticia social y un grito de protesta contra las sociedades democráticas europeas que construyen su prosperidad a base de la explotación de personas.
En 1976, con Franco muerto, el carteo entre Begoña, salida de la cárcel con la amnistía, y Francis Aguilar, periodista de Fotogramas, recrea la vida de Maenza, mítico realizador cinematográfico de películas nunca estrenadas, que más parece un homenaje y cuya importancia en el conjunto del libro, a tenor de la extensión dedicada, resulta excesiva.
"El abrecartas" es una buena novela cuya escritura requiere oficio, mucha cultura, documentación y fantasía. Además de sentido del humor para repasar un pasado ominoso desde la distancia reflexiva, y lucidez para hacérnoslo soportable. Rescata la carta como un medio rico y ameno de comunicación entre las personas. Vicente Molina Foix con esta obra nos hace una exhibición de madurez. Personajes como Fonseca, Setefilla, Angelico, Acero, Alfonso Enríquez, llegan al alma del lector, por su personalidad intrínseca y diseño y porque, algunos, podríamos ser cualquiera de nosotros si hubiésemos vivido sus mismas circunstancias. Una lectura muy recomendable.
María García-Lliberós

sábado, febrero 03, 2007

"Los girasoles ciegos", de Alberto Méndez

"Los girasoles ciegos", de Alberto Méndez
Ed. Anagrama.


Esta "novela" se estructura a través de cuatro relatos breves vinculados entre sí de manera sutil -cuatro derrotas, dice el autor- que transcurren en el período 1936-1942.

Primer relato (o primera derrota): Si el corazón pensara dejaría de latir.
El capitán Alegría, abandona el ejército de los sublevados en vísperas de la toma de Madrid, y se entrega al enemigo: se rendía a unos vencidos, porque había llegado a la conclusión de que los suyos no querían ganar la guerra, sino matar al enemigo. Un pensamiento de gran hondura que refleja el odio abismal instalado entre los dos bandos, todos españoles.
Estilo cuidadísimo. La gran literatura siempre atiende la forma. Prosa precisa, directa, poética, para contener mucha inteligencia condensada y personalidad. Frases geniales como cuando descubre que está vivo entre los muertos fusilados: "Alegría siempre habló de este momento como de un parto".
O la que escribe antes de suicidarse sobre los soldados que vuelven a sus hogares después de una guerra: ya no son ellos sino unos extraños, porque la guerra convierte a todos en vencidos.

Segundo relato (o segunda derrota): manuscrito encontrado en el olvido.
Cuenta el periplo de un poeta joven que huye, en 1940, de los vencedores con su mujer embarazada hacia las montañas. La mujer dará a luz y morirá después. Impresionante la imagen del bebé junto a su madre muerta. En un diario el poeta irá contando su miedo y sus reflexiones:
"¿Cómo se corrige el error de estar vivo? ¡He visto muchos muertos pero no he aprendido cómo se muere uno"
"Morir no es contagioso, la derrota sí"
"Yo no hubiera dejado (de haber vencido) que mis enemigos huyeran desvalidos, yo no hubiera condenado a nadie por ser un poeta"
Páginas magistrales para poner al descubierto el sufrimiento absurdo que provoca una guerra.

Tercera derrota (1941): el idioma de los muertos.
El coronel Eymar, preside un tribunal militar, y tenía un hijo, Miguelito, "el héroe de su estirpe que había muerto sólo para ser vengado".
El soldado republicano Juan Serra conoció a este miserable, que fue fusilado por delitos comunes, cuando estaba preso.
El soldado Serra debe ser juzgado por Eymar que descubre que compartió los últimos días de su hijo y quiere saber. También su esposa. Así, como una Sherezade, con mentiras hacia una madre desolada, irá transformando al canalla en héroe, y consiguiendo una noche más de vida.
Este relato extraordinario lo he leído sin aliento.

Cuarta derrota: Los girasoles ciegos.
Madrid, 1942. La historia de un topo republicano al que la familia protege escondiéndolo del mundo. Desde su escondrijo contempla impotente y horrorizado el acoso sexual a su esposa por parte de un diácono, profesor de su hijo, lo que le conducirá a un final trágico.
Está contado desde tres puntos de vista: la del niño que una vez adulto recuerda aquellos tiempos en que vivía dividido entre dos mitades, la lóbrega y la luminosa; la del diácono, que atribulado por la culpa escribe una confesión; y una tercera voz omnisciente que aporta objetividad al relato.
Tiene enorme fuerza expresiva.

Los argumentos son tremendos y la forma de contarlos bellísima y muy intensa.
Una novela que no debería dejar de leer ninguna persona con sensibilidad.

sábado, enero 27, 2007

Mujeres de palabra

Mujeres de palabra. De Virginia Woolf a Nadine Gordimer.
Ana María Navales.
Ed. Sial / Trivium, 2006
258 páginas.


De nuevo Ana María Navales nos sorprende con este ensayo sobre la literatura escrita por mujeres durante el siglo XX sumamente interesante. En el 2000, y en la misma editorial, publicó "La Lady y su abanico. Aproximación a la literatura femenina del siglo XX: de Virginia Woolf a Mary MCCarthy", en los que abordaba el estudio de la vida y la obra de Virginia Woolf, Katherine Mansfield, Jean Rhys, Vita Sackville-West, Djuna Barnes, Dora Carringhton, Anaïs Nin y Mary McCarthy. El libro que ahora comentamos añade a este grupo, los nombres de Dorothy Parker, Iris Murdoch, Clarice Lispector, Sylvia Plath y Nadine Gordimer. Es obvio que no están todas las que son, pero las incluidas, desde luego, son, en el sentido de que cada una de estas trece mujeres ha dejado huella en la literatura universal o ha abierto caminos nuevos por los que podrán internarse otros, hombres o mujeres, afanados en la creación literaria. Todas han sido admirables luchadoras a las que el éxito les ha sonreído de desigual manera. La mayoría coexistió con las tragedias de dos guerras mundiales, los comienzos de movimientos de liberación femenina, intentaron ejercer de intelectuales, se apartaron de los convencionalismos impuestos por sociedades puritanas, vivieron amores heterodoxos y combatieron por decidir sobre sus vidas con libertad, en ocasiones, pagando un alto precio por ello. Tal vez, conscientes de ese papel vanguardista que les había tocado ejercer en el mundo, tomaron sus biografías como fuentes de inspiración para la creación literaria.
Ana María Navales se ha ganado el calificativo de especialista y estudiosa de Virginia Woolf. Su admiración, amor incluso, hacia la escritora de "Una habitación propia" le ha llevado a recorrer, una y otra vez, en los veranos, el barrio londinense de Bloomsbury y otros lugares de Inglaterra donde se ubicaban casas, granjas, castillos o donde estaba el paisaje que inundaba el espíritu de los protagonistas del grupo. En ambos libros, el espacio dedicado a esta escritora, y el tono empleado en ella transmite al lector esa querencia merecida. Tanto es así que la convierte en referencia para los análisis de otras escritoras. Pero lo que me ha parecido más interesante de este segundo ensayo son precisamente las nuevas incorporaciones. Al prestar interés a Clarice Lispector, brasileña, nacida en 1920 y fallecida en 1977, rompe, con toda justicia, con el criterio de pertenencia al ámbito anglosajón común entre las demás, lo amplía a otros lugares y otras lenguas, y lo hace precisamente con esta autora de estilo inimitable, trasgresora de géneros, obsesionada por hablar sin que las palabras mientan por ella, preocupada por alcanzar la profundidad de sus personajes y lo sagrado y misterioso de la existencia. Una escritora todavía poco conocida y, por tanto, reconocida, de lectores minoritarios, exigente consigo misma y, también, con el nivel que su público necesita para poder comprenderla.
La atención prestada a Nadine Gordimer también rompe otro criterio, pues hasta ahora la selección se efectuaba entre escritoras muertas. Gordimer nació en Suráfrica, cerca de Johannsburgo, en 1923 y, por fortuna, todavía vive y, lo que es mejor, escribe. Su biografía, rica por sus posiciones de denuncia del appartheid que le ganaron convertirse en objeto de intolerancia social y marginación, se encuentra diseminada entre novelas y relatos. Se le concedió el Premio Nobel en 1990 y continuó su obra abordando las tensiones entre grupos raciales y las consecuencias de violencia y represión sobre la vida cotidiana.
Ana María Navales escribe sobre ellas con conocimiento de causa. Estos libros son la síntesis cuidadosa de miles de horas de lectura, de rastreo de bibliografía y documentos, de reconstrucción de sus vidas y, en algunos casos, de las de sus amantes, de consulta con otros especialistas, de introspección psicológica para desentrañar sus almas, de entrevistas publicadas mientras ellas vivieron, de críticas aparecidas de sus obras, de análisis de sus correspondencias, cuando esto es posible, de impresiones personales tras ver, ella misma, en sus viajes, los sitios que aquellas vivieron, pasearon, observaron y las emocionaron. Son libros de una honestidad absoluta, escritos desde la subjetividad y el fervor hacia estas mujeres de palabra -un título muy hermoso-, así como su deseo de difundir su obra. Y lo logra, porque, tras la ordenación lógica de tanto material acumulado, consigue que la lectura sea amena y que el lector sienta, conforme avanza, que su espíritu se enriquece. Confiemos en que Navales no abandone esta línea de investigación, ahora ya sin límites convencionales implícitos. Hay, por fortuna, muchas otras escritoras con obra y vida merecedoras de estudios semejantes.
María García-Lliberós